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Curación personal y curación médica

  • Photo du rédacteur: Mel
    Mel
  • 30 sept.
  • 2 min de lecture

Curación personal y curación médica: ¿qué espacio dejamos a la vida en una sociedad cada vez más medicalizada?


En las últimas décadas hemos asistido a un fenómeno evidente: la medicalización creciente de la vida cotidiana. Cada emoción, cada malestar, cada etapa de la existencia tiende a traducirse en términos médicos y a buscar una respuesta en el sistema sanitario. Sin embargo, como advirtió Ivan Illich en su obra Némesis médica (1975), esta expansión sin límites de la medicina corre el riesgo de despojar al ser humano de su capacidad para elaborar, comprender y atravesar sus propias experiencias de sufrimiento y de curación.


Illich señalaba que no toda forma de malestar requiere una intervención médica. Hay dimensiones del dolor, de la pérdida, de la angustia o de la crisis vital que pertenecen a lo humano, no a la patología. En este sentido, es fundamental diferenciar entre curación médica y curación personal.

• La curación médica busca reparar el organismo, tratar síntomas, prevenir enfermedades. Se centra en el cuerpo biológico y se apoya en protocolos, diagnósticos y tratamientos estandarizados. Es imprescindible, por supuesto, cuando hay una lesión, una infección, una condición clínica que amenaza la vida.

• La curación personal, en cambio, remite a un proceso íntimo, subjetivo, existencial. Tiene que ver con la manera en que cada persona integra la herida en su biografía, encuentra sentido en la dificultad y transforma la experiencia de sufrimiento en una posibilidad de crecimiento. Aquí entran en juego la palabra, el vínculo, la espiritualidad, la creatividad, el acompañamiento psicológico y comunitario.


El riesgo de una sociedad excesivamente medicalizada es que delegamos toda forma de malestar en el lenguaje y las prácticas de la medicina, perdiendo la posibilidad de hacer un trabajo propio con aquello que nos duele. Cuando esperamos que la medicina resuelva no solo lo biológico, sino también lo existencial, podemos caer en la frustración y en la dependencia.


La propuesta de Illich sigue siendo actual: recuperar la autonomía del sujeto frente a su experiencia de sufrimiento. No se trata de negar la medicina —cuyo papel es crucial—, sino de recordar que no todo dolor es enfermedad y que la curación personal exige espacios de acompañamiento, escucha y elaboración que van más allá del hospital o la consulta médica.


En un mundo donde lo médico parece ocuparlo todo, reconocer y cultivar esta diferencia es un acto de responsabilidad hacia uno mismo y hacia la sociedad.

 
 
 

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